Mañana el Jefe del Estado Vaticano y Sumo Pontífice, el Papa Benedicto XVI, visitará de nuevo España. Lo hará para conmemorar el Año Xacobeo en Santiago de Compostela, y para consagrar el Templo de la Sagrada Família en Barcelona.
En estos últimos días el baile de cifras sobre el coste que asumirá el Estado y demás entidades u organismos públicos sobre la visita papal, y la cercanía en sí de la misma, han generado movimientos y manifestaciones en contra tanto de la visita y todo lo que conlleva por un bando (podemos identificarlo con el famoso lema ‘Yo no te espero‘), como no de la visita en sí, sino de los costes que el herario público cargará en su cuenta con la visita, por otro bando.
Yo opino que en este tema hay demasiada confusión por parte de todos los bandos, de los medios de comunicación, del Estado y demás administraciones públicas, y de la propia ciudadanía. ¿Se debe considerar como visita de un Jefe de Estado, o, dados los actos que se van a celebrar durante la misma, como una visita de un líder religioso?
Este es un tema quizás algo complejo, difícil de analizar desde un punto de vista diplomático. Por un lado el Sumo Pontífice oficiará misas tanto en la Catedral de Santiago de Compostela como en el Templo de la Sagrada Família, actos de marcado carácter religioso en el que se dirigirá a sus fieles o a todos aquellos que voluntariamente deseen escucharle. Por otro, y a pesar de oficiar estas celebraciones, no deja de ser el Jefe de Estado de Ciudad del Vaticano.
En España, en casos como el de la visita oficial de un Jefe de Estado tienen una serie de características basadas en la Costumbre: El Jefe del Estado y su delegación se alojan en el Palacio del Pardo, en Madrid, donde son recibidos con honores militares; el Rey ofrece al Jefe de Estado visitante, delegación, y altos cargos Españoles, una cena de gala como bienvenida al mismo, cena que es ‘devuelta’ al día siguiente por el Jefe del Estado visitante y su delegación. Los costes de alojamiento, dietas, la cena de gala ofrecida por el Rey, medidas de seguridad, y desplazamientos, son asumidos por el Gobierno de España, a repartir entre los presupuestos del Ministerio de la Presidencia, el de Asuntos Exteriores, y el de Interior. La cena de gala de ‘respuesta’, y demás costes ajenos a los mencionados, son asumidos por el Jefe del Estado visitante.
Ha habido y sigue habiendo mucho baile de cifras por parte de la prensa respecto a los costes de esta visita, unos aseguran que superará los 3 millones de euros, otros que el Arzobispado de Barcelona asumirá 700.000 euros de los 1,7 millones de euros que costará su visita a Barcelona, otros que el Estado sólo se encargará de los costes en materia de seguridad…
Mi opinión es clara ante esto. Entiendo los altísimos costes de seguridad, desplazamientos, alojamiento/logística de la delegación Vaticana, y entiendo que los sufrague el Estado como se ha ido haciendo desde siempre con este tipo de visitas. Pero no puedo entender que el Estado, que las administraciones públicas que pagamos todos, seamos católicos, musulmanes, judíos, protestantes, budistas, o ateos, tengamos que costear actos y celebraciones religiosas, cuando en este país el derecho a la libertad religiosa es fundamental, sin tener además en cuenta otros detalles como la pésima situación económica en la que se encuentra este país.
Y no es que yo no le espere, es que me da exactamente igual lo que haga este señor. Eso sí, dinero público a parte, respetemos a todos aquellos que sí lo esperan, tanto los que crean en Dios y sigan al Papa, como los que crean en la reencarnación, o en los OVNIs, o en Michael Jordan. Se puede criticar, pero desde el respeto.